Una recopilación
¡Oh, Dios, exáltate sobre todas mis posesiones! Ninguno de los tesoros de la tierra será agradable para mí, si Tú te glorificas en mi vida. Te ensalzaré a Ti más que a mis amistades. He decidido colocarte por encima de todo, aunque eso me cueste quedar desterrado y solo en medio de la tierra. Exáltate sobre todas mis comodidades. Aunque eso signifique renunciar a mis comodidades y el tener que llevar la cruz, yo guardaré el voto que hago en este día. Exáltate sobre mi reputación. Hazme ambicioso solo de agradarte a Ti, aunque eso signifique que me hunda en la oscuridad y mi nombre quede olvidado como un sueño. Exáltate, Señor, a Tu sitio de honor por encima de todas mis ambiciones, mis gustos y mis disgustos, sobre mi familia, sobre mi salud y aun sobre mi vida misma. Permíteme menguar, para que Tú puedas crecer, déjame hundir para que tú puedas surgir. Cabalga sobre mí, como lo hiciste al entrar a Jerusalén, montado en un pollino, hijo de asna, y permíteme escuchar las voces de las muchedumbres: «¡Hosana en las alturas!» Aiden Tozer[1]
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Supongo que podría considerarme a mí mismo o pasar por un hombre relativamente exitoso. Cada tanto las personas se me quedan mirando en la calle… eso es ser famoso. Puedo ganar, sin mayor dificultad, lo suficiente como para figurar en el segmento superior de Hacienda o Impuestos Internos… eso también es ser famoso. Con algo de dinero y fama, hasta los ancianos, si les da la gana, pueden disfrutar de las diversiones de moda. Eso es placer. Puede llegar a suceder que, de cuando en cuando, prestaron suficiente atención a algo que dije o escribí como para que me convenza de que tuve impacto en nuestros tiempos… eso es sentirse realizado. No obstante, les digo —y les ruego que me crean— que si multiplican esos pequeños triunfos por un millón y los suman todos, equivalen a nada. A menos que nada, en realidad, si se los compara con una gota de esa agua de vida que Cristo ofrece a quienes tienen sed de lo espiritual, sin importar quiénes o qué sean en la vida. Malcolm Muggeridge[2]
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Ahora bien, lo que conviene a toda criatura es entregarse a su Creador; establecer intelectual, voluntaria y emocionalmente esa relación que se da por el mero hecho de ser criatura. Cuando así lo hace, es una criatura buena que se siente feliz. A menos que loconsideremos un inconveniente, esta clase de bien se genera en un ámbito muy superior al de las criaturas, ya que Dios mismo, en calidad de Hijo, desde la eternidad, por obediencia filial devuelve al Padre el Ser que el Padre, por amor paternal, genera en el Hijo desde toda eternidad. El hombre fue hecho para imitar este modelo, modelo que imitó el hombre del Paraíso; y dondequiera que la voluntad conferida por el Creador se retorne tan perfectamente, mediante una obediencia deleitosa y deliciosa por parte de la criatura, ahí, sin lugar a dudas, se encuentra el Cielo, y ahí obra el Espíritu Santo. En el mundo, tal como lo conocemos ahora, el problema radica en cómo recuperar ese abandono de uno mismo. C. S. Lewis[3]
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¿Cuándo se llega a la etapa en la que les basta con Jesús? Pues eso depende de ustedes. Depende de cuánto aprendan de sus experiencias y cuánto pongan en práctica los consejos de Mi Palabra.
Todo depende de decisiones que se tomen y el equilibrio con que las tomen. Si lo que buscan primordialmente es satisfacer su naturaleza terrena, entonces Yo no los satisfaré. En cambio, si optan por Mí y eligen según lo que quiero, los deseos carnales se volverán menos importantes para ustedes.
Cuanto más elijan satisfacer su espíritu, más satisfacción espiritual recibirán de Mí. Es un hábito que se cultiva. Si alimentan su carne, tendrán más ansias de la carne; pero si se concentran en apacentar su espíritu, desearán lo espiritual. En última instancia, la satisfacción espiritual es lo único que realmente los satisfará.
Yo satisfaré su espíritu, pero la decisión depende de ustedes, de lo que elijan y el rumbo que tomen con sus decisiones.
«Solo lo que se haga por Cristo perdurará». Es una verdad innegable. Los resultados y los frutos de las decisiones de acercarse a Mí duran para siempre en Mi mundo, que es a donde se dirigen todos ustedes.
Por eso, Mis amores, Mis tesoros por los que lo entregué todo, quiero que sean tan felices como puedan. Oro por ustedes para que así sea. Conmigo les bastará, si quieren que así sea. Jesús, hablando en profecía[4]
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Gustoso y por entero, Señor, a Ti me entrego;
eternamente tuyo, por siempre yo seré.
Hijo de Dios, que me amas, a Ti te pertenezco,
y todo lo que tengo y soy, desde este día tuyo es.
Francis Ridley Havergal
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Todo a Ti, Señor, me rindo, a Tus pies postrado estoy.
Dejo todo lo del mundo y te sigo desde hoy.
Yo me entrego a Ti, yo me entrego a Ti.
¡Oh, Jesús, con toda el alma yo me entrego a Ti!
Salvador, a Ti me entrego, sí, de todo corazón.
Que Tu Espíritu yo sienta y me haga ver que Tuyo soy.
Yo me entrego a Ti, yo me entrego a Ti.
¡Oh, Jesús, con toda el alma yo me entrego a Ti!
A Tus pies yo deposito por entero hoy mi ser.
Lléname de amor y fuerzas y Tu amor podré ofrecer.
Yo me entrego a Ti, yo me entrego a Ti.
¡Oh, Jesús, con toda el alma yo me entrego a Ti!
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Dios retiene la felicidad y seguridad estables que todos deseamos debido a la naturaleza misma del mundo. Sin embargo, Él ha derramado sobre nosotros gozo, placer y alegría en abundancia. Nunca estamos a salvo (permanentemente), pero tenemos muchas alegrías y algo de éxtasis. No es difícil entender el porqué. Contar con esa seguridad que tanto ansiamos nos enseñaría a poner nuestros corazones en este mundo y representarían un obstáculo en nuestro retorno a Dios. Unos momentos fugaces de dicha en el amor, un paisaje, una sinfonía, un feliz encuentro con nuestros amigos, un baño o un partido de fútbol no bastan para encaminarnos en ese derrotero. Nuestro Padre nos refresca en el camino con algunas posadas agradables, pero no nos alienta a confundirlas con el hogar. C. S. Lewis[5]
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¿Por qué debemos consagrarnos a Dios? Porque Él se entregó por completo a nosotros. Si Dios, que no nos debe absolutamente nada, está dispuesto a entregarse nada menos que a sí mismo a nosotros, ¿acaso habremos nosotros de responderle con una fracción de lo que podemos darle? Consagrarnos a Dios es una manera de recibir al propio Dios. Yo para Dios y Dios para mí. Yo vivo para Dios y renuncio a mí misma, y así logro que Dios viva para mí. Por lo tanto, al poseer a Dios debemos permitir que Él posea nuestra alma. Madre Teresa de Calcuta
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Hemos sido hechos para Dios, y solo siendo de alguna manera corno Él, solo siendo una manifestación de Su belleza, de Su bondad amorosa, de Su sabiduría o virtud, los seres amados terrenos han podido despertar nuestro amor. No es que los hubiéramos amado demasiado, sino que no entendíamos bien qué era lo que estábamos amando. No es que se nos vaya a pedir que los dejemos, tan entrañablemente familiares como nos han sido, por un Extraño. Cuando veamos el rostro de Dios sabremos que siempre lo hemos conocido. Ha formado parte, ha hecho, sostenido y movido, momento a momento, desde dentro, todas nuestras experiencias terrenas de amor puro. Todo lo que era en ellas amor verdadero, aun en la tierra era mucho más Suyo que nuestro, y solo era nuestro por ser Suyo. En el Cielo no habrá angustia ni el deber de dejar a nuestros seres queridos de la tierra. Primero, porque ya los habremos dejado: los retratos por el Original, los riachuelos por la Fuente, las criaturas que Él hizo amables por el Amor en sí mismo. Pero, en segundo lugar, porque los encontraremos a todos en Él. Al amarlo a Él más que a ellos, los amaremos más de lo que ahora los amamos. C. S. Lewis[6]
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Al final podrán decir, como han dicho tantas veces Mis siervos consagrados: «Puedes quedarte con todo este mundo, ¡pero dame a Jesús!» Al final descubrirán que les basta con amarme y vivir por Mí, y que a medida que lo hagan, todo lo que necesitan les será añadido. Al renunciar a todo, lo reciben todo.
Entréguense a Mí con alabanza y acción de gracias, sabiendo que lo hago todo bien y por amor a ustedes. Si desean adquirir esas características, si quieren ser capaces de decir que con Jesús les basta, pídanme que haga lo que sea necesario para infundirles esa actitud. Comiencen a ver cada acontecimiento de su vida como una oportunidad de conocerme mejor y poner a prueba Mis promesas. A medida que lo hagan los convertiré en nuevas criaturas. Les doy Mi Palabra. Lo prometo.
Conmigo les basta porque soy todo lo que satisface sus necesidades espirituales. Soy amor, soy bondad, soy ternura, soy paciente, soy misericordia. Yo soy lo que satisface su espíritu. Soy Yo. Soy el árbol que da los frutos que los satisfacen. Me refiero a su naturaleza principal, a la forma en que se los creó para empezar; a su ser espiritual.
A lo largo de la vida procuro conducir a cada uno de vuelta a Mí. Primero lo hago mediante la salvación. Después, con el alimento de Mi Palabra y las experiencias, procuro ayudar a todos a ahondar tanto como elijan en Mi Espíritu. Cuanto más ahondan, más felices son. Jesús, hablando en profecía[7]
Publicado en Áncora en septiembre de 2012. Traducción: Quiti y Antonia López.
[1] The Pursuit of God (La búsqueda de Dios).
[2] Distinguido periodista inglés, en su libro Jesus Rediscovered.
[3] The Problem of Pain (El problema del dolor).
[4] Publicado por primera vez en junio de 2006.
[5] The Problem of Pain.
[6] The Four Loves.
[7] Publicado por primera vez en junio de 2006.
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