MarÃa Fontaine
Uno de ustedes me escribió después de escuchar la canción que publiqué en mi página web, «Gracias por dar al Señor», y me habló de un artÃculo que describÃa la historia del autor e intérprete de la canción. El artÃculo explica que Ray Boltz se crió como cristiano, se casó y tuvo hijos, luego en cierto momento de su vida se divorció, se convirtió en gay y se unió a una iglesia cristiana de gays y lesbianas. La persona en cuestión se preguntaba si yo conocÃa esa información antes de colgar la canción.
Pues bien, yo no conocÃa esa información y me sorprendió un poco. Pero de todas formas me gusta la canción y no pienso que las decisiones de esa persona en cuanto a su estilo de vida cambien el hecho de que la melodÃa contiene una bella verdad y tiene un buen espÃritu. Estoy agradecida de que probablemente haya motivado a muchos del mundo a hacer más por el Señor y estoy agradecida porque su autor —aunque se convirtió en homosexual—, sigue testificando y dando testimonio de Jesús y probablemente transmita el mensaje a personas a las que otros cristianos no pueden llegar porque son muy santurrones y selectivos.
Mientras pensaba por qué el Señor permitió que colgara esa canción sin conocer esa información, me di cuenta de que quizás fue para que yo pudiera compartir con ustedes esta lección: No tenemos que coincidir en todo con una persona para poder apreciar sus buenas obras. No tenemos que estar de acuerdo con las decisiones que haya tomado sobre su estilo de vida o sus creencias para reconocer, valorar e incluso utilizar cosas que haya hecho o dicho que sean buenas o bellas, o sean verdad. Podemos escoger lo bueno, apreciarlo, permitir que nos edifique y a la vez reconocer que probablemente no coincidamos en todo con la persona.
Adoptar dicha actitud nos ayudará a ser mucho mejores testigos. A encontrar puntos en común con personas de diferentes creencias y a aprovecharlos para conducirlos a Jesúsy darles las soluciones que tenemos.
Aceptamos las cosas buenas, bellas e inspiradoras que muchos hacen o nos han entregado, aunque algunos de ellos puedan también haber hecho cosas con las que no coincidimos, que no apoyamos, o incluso que son grandes pecados. Si juzgáramos basados en aquellos pecados que aborrecemos, que no aceptamos y rechazamos, no aceptarÃamos los Salmos, porque David fue un asesino[1]. No podrÃamos conceder mayor valor a Moisés ni a su ejemplo como lÃder, ni a los primeros cinco libros de la Biblia escritos por él, puesto que mató a un hombre en un momento de ira[2]. No valorarÃamos ni aprovecharÃamos una buena parte del Nuevo Testamento porque Pedro negó a Jesús y porque Pablo anteriormente habÃa sido Saulo quien causó terribles problemas a la Iglesia primitiva[3]. TendrÃamos poca o ninguna música inspirada si empezáramos a analizar minuciosamente la vida de quienes escribieron o produjeron cada himno. De ver las cosas de esa forma, la verdad es que nos quedarÃa muy poco digno de aprecio o provecho, ¡porque nadie es perfecto!
Asà que: ¿Dónde trazar la lÃnea?
El punto es que cuando admiramos una bella obra de arte, o escuchamos una pieza de música hermosa, podemos apreciar la inspiración puesto que sabemos que Dios se la dio al artista o compositor, aunque éstos no estuvieran consagrados a Dios o no lo conocieran de forma personal. Siempre que algo es bello o celestial, sabemos que su autor fue inspirado por el Señor, puesto que «toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto»[4].
Cuando las personas sirven al Señor de alguna forma, procuran hacer algo por cambiar el mundo, se levantan en defensa de su fe, combaten la injusticia o ayudan a los pobres, podemos apreciarlos por ello, orar por ellos y apoyar sus buenas obras. No tenemos que aceptar todas sus creencias o las decisiones que hayan tomado en la vida.
Piensen en Jesús y en Su relación con la humanidad estando en la Tierra. Aceptó y recibió a personas que habÃan tomado decisiones con las cuales Él desde luego no concordaba, pero eso no era lo importante para Él. Lo que le importaba era que querÃan Su amor, y Él se los dio sin reservas.
Si Jesús siendo perfecto y sin pecado, aceptaba y recibÃa de buen grado a todos, ¿cómo podemos nosotros dejar de hacer lo mismo?
Miremos más lo bueno, valoremos el bien que hacen los demás, la verdad que hayan encontrado y que comparten con otros o sus conocimientos y habilidades de los cuales nosotros y otros nos podemos beneficiar.
Es la actitud que nos permitirá ser mejores embajadores de nuestro Rey y que de por sà nos infundirá más de Su amor que es humilde, receptivo e incondicional.
ArtÃculo publicado por primera vez en mayo de 2009 y actualizado en julio de 2012. Traducción: Luis Azcuénaga y Antonia López.
[1] V. 2 Samuel 11.
[2] Éxodo 2:11–12.
[3] Mateo 26:69–75; Hechos 8:1–3.
[4] Santiago 1:17.
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