En los últimos meses hemos sido testigos de la formación de dos bandos opuestos a los que me refiero por sus nombres bíblicos: los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad. Los hijos de la luz constituyen la parte más conspicua de toda la humanidad, mientras que los hijos de la oscuridad representan una minoría absoluta. Y sin embargo, los primeros son objeto de una especie de discriminación que los coloca en una situación de inferioridad moral frente a sus adversarios, quienes a menudo disfrutan de posiciones estratégicas en el gobierno, en la política, en la economía y en los medios de comunicación. De una forma aparentemente inexplicable, los buenos son tomados como rehenes por los malvados y por aquellos que les ayudan, ya sea por interés propio o por miedo.
Estos dos bandos, que tienen una naturaleza bíblica, siguen el modelo de la separación entre los hijos de la Mujer y los de la Serpiente. Por un lado están aquellos que, aunque tienen mil defectos y debilidades, están motivados por el deseo de hacer el bien, de ser honestos, de formar y criar una familia, de trabajar, de hacer prosperar a su tierra natal, de ayudar a los necesitados y, en obediencia a la Ley de Dios, merecer el Reino de los Cielos. Opuestos a ellos, los hay quienes se sirven a sí mismos, los que no se aferran a ningún principio moral, los que quieren demoler la familia y el concepto de la nación, los que explotan a los trabajadores para hacerse ricos a su costa, los que fomentan divisiones internas y guerras y acumulan poder y dinero: para ellos, la ilusión falaz de el bienestar temporal, si no se arrepienten, algún día cederá ante el terrible destino que les espera lejos de Dios, condenados eternamente.
En la sociedad, señor presidente, estas dos realidades opuestas coexisten como enemigos eternos, así como Dios y Satanás son enemigos eternos. Y parece que los hijos de la oscuridad, a quienes claramente podemos identificar con el "deep state" al que que usted sabiamente se opone y el cual actualmente está librando una guerra feroz contra usted - han decidido mostrar sus cartas, por así decirlo, revelando sus planes. Parecen estar tan seguros de tenerlo todo bajo control que incluso han dejado de lado esa circunspección que hasta ahora al menos parcialmente ocultaba sus verdaderas intenciones. Las investigaciones ya en curso revelarán la verdadera responsabilidad de quienes manejaron la crisis del Covid no solo en el área de salud pero también en el ámbito político, económico y en los medios de comunicación. Probablemente hallaremos dentro de esta operación colosal de ingeniería social a personas que han decidido el destino de la humanidad, apoderándose del derecho de tomar decisiones en contra de la voluntad de los ciudadanos y de sus representantes en los gobiernos de las naciones.
También descubriremos que los disturbios fueron provocados por aquellos quienes, al ver que el virus estaba decayendo y que la alarma social causada por la pandemia estaba pasando, necesariamente tuvieron que provocar estos disturbios, para provocar una represión estatal que, aunque legítima, podría ser condenada como una agresión injustificada contra la población. Lo mismo está sucediendo en Europa, en perfecta sincronía. Está bastante claro que el uso de protestas callejeras está siendo fundamental para cumplir los propósitos de aquellos que desean ver a una persona electa en las próximas elecciones presidenciales que represente los objetivos del "deep state" y defienda sus metas fielmente y con convicción. No sería sorprendente si, en unos meses, viésemos una vez más que escondidos tras estos actos de vandalismo y violencia están quienes esperan aprovecharse de la disolución del orden social para construir un mundo sin libertad: Solve et Coagula, como enseña el adagio masónico.
Aunque pueda parecer desconcertante, las bandos opuestos que he descrito también se encuentran en el ámbito religioso. Hay pastores fieles que cuidan al rebaño de Cristo, pero también hay mercenarios infieles que buscan esparcir el rebaño y entregar a las ovejas para que sean devoradas por lobos hambrientos. No es sorprendente que estos mercenarios sean aliados de los hijos de la oscuridad y odien a los hijos de la luz: así como hay un "deep state", también hay una "deep church" que traiciona su deber y renuncia a su compromiso ante Dios. Así pues, el Enemigo Invisible, contra el cual los buenos gobernantes luchan en los asuntos públicos, también es enfrentado por los buenos pastores en la esfera eclesiástica. Es una batalla espiritual, de la que hablé en mi reciente llamamiento publicada el 8 de mayo.
Por primera vez, los Estados Unidos tiene en usted un presidente que defiende con valentía el derecho a la vida, a quien no le da vergüenza denunciar la persecución de cristianos que ocurre por todo el mundo, que habla sobre Jesucristo y el derecho de los ciudadanos a la libertad de culto. Su participación en la Marcha Nacional por la Vida, y más recientemente su proclamación del mes de abril como Mes Nacional para la Prevención de Abuso Infantil, son acciones que confirman en qué bando desea seguir luchando. Y me atrevo a decir que los dos estamos en el mismo bando en esta batalla, aunque con armas diferentes.
Por esta razón, creo que el ataque al que fue sometido después de su visita al Santuario Nacional de San Juan Pablo II es parte de la narrativa organizada por los medios de comunicación que no busca luchar contra el racismo y fomentar el orden social, sino agravar las disposiciones; no busca promover la justicia, sino legitimar la violencia y el crimen; no están para servir la verdad, sino para favorecer a una facción política. Y es desconcertante que obispos, como aquellos a quienes recientemente desenmascaré - quienes, por sus propias palabras, prueban que están alineados con el bando opuesto. Son serviles al "deep state", al globalismo, al pensamiento alineado, al Nuevo Orden Mundial al cual invocan cada vez con más frecuencia en nombre de una hermandad universal que no tiene nada de cristiana, pero que evoca los ideales masónicos de aquellos quienes quieren dominar el mundo al expulsar a Dios de los tribunales, las escuelas, las familias, y tal vez incluso de las iglesias.
El pueblo estadounidense, con madurez, entiende que los principales medios de comunicación no quieren difundir la verdad sino que buscan silenciarla y distorsionarla, difundiendo la mentira que es útil para los propósitos de sus patrones. Sin embargo, es importante que los buenos, que son la mayoría, despiertan de su letargo y no permitan ser engañados por una minoría de personas deshonestas con propósitos oscuros. Es necesario que los buenos, los hijos de la luz, se unan y hagan que se oigan sus voces. ¿Existe una manera más efectiva, señor presidente, que en oración, pedirle al Señor que lo proteja a usted, a los Estados Unidos y a toda la humanidad de este enorme ataque del Enemigo? Frente el poder de la oración, los engaños de los hijos de las tinieblas colapsarán, sus tramas serán reveladas, su traición quedará expuesta, su aterrador poder acabará en nada, desvelado y expuesto por lo que es: un engaño infernal.
Señor presidente, mis oraciones están enfocadas constantemente sobre la estimada nación estadounidense, a la cual tuve el privilegio y el honor de ser enviado por el Papa Benedicto XVI como nuncio apostólico. En este momento dramático y decisivo para toda la humanidad, rezo por usted y también por todos los que están a su lado en el gobierno de los Estados Unidos. Confío en que el pueblo estadounidense esta unido con nosotros en oración a Dios todopoderoso.
Unidos contra el Enemigo Invisible de toda la humanidad, los bendigo a usted y a la primera dama, la estimada nación estadounidense, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
+ Carlo Maria Viganò Arzobispo Titular de Ulpiana Ex nuncio apostólico a los Estados Unidos de América
https://www.lifesitenews.com/images/pdfs/Vigano_Letter_to_Trump_-_Spanish.pdf
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