La Voz Diaria, 17 de diciembre
Jesús, háblame esta mañana. Me aferro a Ti en oración. No me dejes. Levanta mi rostro. GuÃa mis pensamientos y decisiones. Sin Ti nada puedo hacer. Sálvame de mà mismo, de mis malas decisiones y de mi orgullo. Guárdame en el hueco de tu mano. En el nombre de Jesús, te lo ruego.
Jesús habla
Bueno es para el hombre acercarse a Dios. Vengan a mà todos los que están cansados y yo les daré descanso. Descansen en mis brazos, porque bueno es que el hombre descanse y espere en silencio la venida de su Señor. No sean como las doncellas insensatas que no tenÃan aceite en sus lámparas. El aceite es la presencia del EspÃritu Santo que doy a quienes me obedecen. Es en su obediencia que son llenos del EspÃritu Santo, no en la desobediencia. El rey Saúl, en su desobediencia y orgullo, recibió un espÃritu maligno que lo atormentó. Todas estas cosas les sucedieron para advertirles que anden en el temor del Señor.
Muchos vendrán a mà en aquel dÃa diciendo: «Señor, Señor, en tu nombre hemos echado fuera demonios, en tu nombre hemos hecho muchas señales poderosas y prodigios». Pero yo les diré: «Apartaos de mÃ, hacedores de iniquidad, porque nunca me conocisteis. El que hace la voluntad de Dios, el que escucha mis palabras y las sigue, ese es el que me ama a mÃ, a mi Padre y a mÃ. Vendré y haré morada con él, y será lleno del EspÃritu Santo. Su lámpara brillará con aceite. Porque yo doy el EspÃritu Santo, el aceite de alegrÃa, a los que me obedecen.
Procurad, pues, obedecer mi voz, no solo la letra de la ley, sino el corazón y el alma de la ley. El pecado de los israelitas fue negarse a escuchar y obedecer mi voz. Les dije que si no obedecÃan mi voz, todas las maldiciones que habÃa profetizado contra ellos se cumplirÃan y los alcanzarÃan. Tú, cristiano, tienes el mismo desafÃo. Porque al que sabe hacer el bien y no lo hace, le es pecado. No peques, sino obedece mi voz. Escucha mis palabras escritas en mi Libro, la Biblia. Deja que mi palabra aguijone tus corazones endurecidos para que el mal no te venza.
La obediencia es mejor que el sacrificio. No me ofrezcas el sacrificio de los necios, sino ofréceme un corazón contrito y humilde dispuesto a escuchar mi voz apacible y obedecer cada uno de mis llamados. Te invito hoy a escuchar mi voz. Deja a un lado todo lo que te distrae de mÃ, de mi palabra y de mi oración, y ven a mà con un corazón deseoso y oirás mi voz. Invócame y te responderé y te mostraré cosas grandes y poderosas que desconoces. Búscame con todo tu corazón, cuerpo y alma, y me encontrarás. Como el ciervo busca la corriente o el arroyo, asà debes buscarme y anhelarme. Te amo. Ven a mà y hallarás descanso para tu alma, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.


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