La Voz Diaria – 19 de diciembre de 2025
“Y tu oído oirá a tus espaldas una palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.” Isaías 30:21
Señor, ¿por qué están tan tristes y angustiados los ricos?
Jesús habla de Su Palabra registrada:
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma? Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Porque nada trajimos al mundo, y es cierto que nada podremos llevarnos. Y teniendo ropa y abrigo, estemos, pues, contentos. Pero los ricos caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males; codiciando algunos, se han extraviado de la fe y se han atormentado con muchos dolores.
Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas; sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, en la que estás llamado a profesar una buena profesión de fe ante muchos testigos, porque el tiempo está cerca. No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y ladrones minan y roban. Más bien, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde ladrones no minan ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Atesoren una corona incorruptible de justicia, la cual el Señor, juez justo, les dará en aquel día; y no solo a ustedes, sino a todos los que aman su venida. Sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también a nosotros nos resucitará por medio de Jesús y nos presentará juntamente con ustedes. Porque todo esto es por amor a ustedes, para que la abundante gracia, mediante la acción de gracias de muchos, redunde para la gloria de Dios.
Por lo cual no desmayamos; antes bien, aunque nuestro hombre exterior perezca, el interior se renueva día a día. Porque nuestra leve tribulación, que es momentánea, produce en nosotros un peso de gloria mucho más excelente y eterno, mientras no ponemos la vista en las cosas visibles, sino en las invisibles. Porque las cosas visibles son temporales, pero las invisibles son eternas. Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, según lo que haya hecho, sea bueno o malo. Por lo tanto, teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque este es el deber integral del hombre.
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